La religión es una parte integral de la mente de cualquier individuo. La conducta es inducida por el sistema de creencias y, por lo tanto, la religión también afecta nuestras vidas amorosas. Dicho esto, no es la religión en sí, sino la percepción de la religión que sostiene un individuo que influye en el comportamiento.
La opinión general del sexo opuesto a menudo está determinada por valores religiosos y culturales. Agregar experiencias personales y tabúes lo intensifica aún más. La dieta, el estilo de vida, la vestimenta y la perspectiva general de la vida varían mucho según la fe. Una simple diferencia de creencia en una deidad todopoderosa frente a otra entidad divina cambia la percepción. Centrarse en la devoción a Dios, la humanidad, el tratamiento de los no creyentes son otros puntos de debate.
La idea de “mi pareja debería hacer lo que yo hago” a menudo surge. Por ejemplo, un hombre ateo podría ser arrastrado a la iglesia todos los días por su novia. O un marido musulmán podría insistir en que el cónyuge no musulmán solo traiga carne ‘halaal’ a la casa. Aunque estos incidentes parecen triviales, dejan un impacto profundo. El compañero puede sentirse dominado y robado de su espacio.
La tolerancia no siempre se ve, porque siempre estamos acostumbrados a querer que los demás sean como nosotros. Sin embargo, reconciliar diferencias es tanto probable como posible.
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